jueves, 19 de julio de 2007

feliz no cumpleaños a tí.

Mis papás se separaron antes de que yo naciera. Por ende, los únicos momentos que compartía con mi mamá y mi papá al mismo tiempo, eran mis cumpleaños, y las visitas al médico.
Si hay algo que debo agradecerle a mi familia, y a mis padres, es la buena relación que tienen. Nunca existieron inconvenientes a la hora de juntarse todos bajo el mismo techo para festejar que la nena de la casa, tuviese un añito más. Se sobreentiende, por lo tanto, que desde hace 20 años, hoy sea un día especial. Todo empezó muy bien.
Para mis cumpleaños siempre había algo que me sorprendía, siempre recibía cosas que no esperaba... además de tener a toda mi familia en un mismo rincón, siempre había algún mago, alguna torta, algo que me demostraba lo especial que era ese día para toda mi familia. Mi papá nunca fue de comprarme cosas, jamás, pero en cada uno de mis cumpleaños aparecía con algo que a mí me parecía super.
Un día, llegaron los esperados quince. La fiesta no era nada que me entusiasmara demasiado, pero con el pasar de los días iba tomando color. Que el vestido, la canción de la entrada, y otros tanto de chiches que ya ni me acuerdo. Cuando la ilusión estaba allá arriba, volando lo más tranquila, mi papá me sentó en una mesa del Alto Palermo y me dijo que no íbamos a poder festejar mi cumpleaños, porque el necesitaba la plata. Se iba a España, y sin pasaje de vuelta.
A partir de ese momento, los 19 de julio son un trago amargo, que siempre afronto con todo el optimismo del año, pero que hasta ahora, no logro atravesar sin una sonrisa falsa, muy falsa, en la cara. Siempre tengo que esperar algo más.
Desde ese día no tengo más a mi familia bajo mi techo. Y, mágicamente, desde ese cumpleaños, la vida se las ingenia para que tenga una contundente y valedera excusa para pensar que el mundo está contra mí. De alguna manera un poco extraña, pasaron a ser de los días donde me daban todo, a los días en que tengo que agradecer porque un amigo se acuerde y me llame por teléfono, mientras el resto me contesta "está bien, che, pero ni que fuera a ser el último, si no te llamo es porque estaba en otra".
Cuando tenía catorce, el chico que me gustaba me dijo que el día de mi cumpleaños me iba a dar un beso. Obviamente, eso no sucedió. Desde allí se siguieron una serie de eventos desafortunados que hicieron que en los 4 años siguientes siguiera esperando cosas que no sucedían. Por alguna extraña razón veo a el día de mi cumpleaños como el momento más que oportuno para que la gente que me quiere, y hasta la que me aprecia, me haga llegar su cariño, y se ve que este pensamiento no es compartido con el resto de la humanidad que me rodea.

Hoy cumplo veinte. Hoy sigo esperando que pasen cosas que no van a pasar. Definitivamente, cumplir años no es lo mío.

Felices 20, agüita.

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