del amor al amor.
aunque le sorprendiera tremendamente, no le importaba. con muchas, con pocas. muchas veces o ninguna. quería ser vieja. quería ser vieja con él, en él. en los ojos se le abría cada vez un poco más algo que no había visto nunca: a veces se quiere sin querer. de repente se dio cuenta de que no entendía por qué quería a los que quería, que estaba más cerca de una costumbre que de algo en las entrañas. que las personas son tan distintas, y hablamos de diferencias muy profundas. cada día las circunstancias le demostraban más y más que esto, esto que le pasaba era estar enamorada. perdidamente. esto de que no importe absolutamente nada más que estar. dejarse influir. nada más y nada menos. que en algún momento la hiciese música, esperase con la estufa prendida, fuese el padre de sus hijos, tirara sus cenizas al mar. mientras se sacudía los ojos de los restos de su antigua ceguera, mientras se borraban las huellas detrás de la puerta (el amor no recuerda lo que no sintió), iba apareciendo él, tan nítido y esquivo. él, y lo más significante de todo, sus consecuencias. mientras terminaba de tapiar la puerta de su cárcel, se le abría la puerta a la inmensidad.
allá iba: del amor al amor.
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