de cómo cada cosa a cada cual, y a cada tiempo
para entender esta historia, es necesario saber que me apellido Verrastro.
Fue un verano raro.
Lindo, pero raro.
Nos dedicábamos a leer. Estábamos en Villa Gesell con mi prima. Nos levantábamos temprano, íbamos a los negocios de libros usados, dábamos vueltas y vueltas, elegíamos un par de libros y nos tirábamos en la playa a devorarlos. Después, los intercambiábamos. Y volvíamos a empezar.
Hubiese sido todo más o menos normal, pero a mí se me metió en la cabeza, después de una larga conversación sobre escritores alemanes con mi prima, que los estudió exhaustivamente junto con el idioma en la secundaria, leer El lobo estepario, de Herman Hesse.
En nuestra siguiente visita a las librerías, lo busqué particularmente.
No, entre los libros a la vista no estaba.
Me acerqué al mostrador con El beso de la mujer araña en la mano y le pregunté a un chico que estaba atendiendo si lo tenía.
"No, se acaban de llevar el último que había".
Ya había pagado, y me estaba yendo, cuando un viejo bajó una escalera que estaba en local y me llamó...
"Ey! vos estabas buscando El lobo estepario, ¿no?. Tengo uno arriba, en mi casa, lo subí para envolverlo porque es viejo y acá toquetean todo, y siempre me olvido de bajarlo... Medio que me encariñé. ¿Lo vas a cuidar?, si lo vas a cuidar te lo bajo". Medio atontada le contesté que sí, que claro que lo iba a cuidar.
Nos quedamos esperando a que volviera. "Te lo voy a dejar baratito, me caes simpática. Lo acabo de envolver, esta sanito por adentro, no te preocupes".
Como estaba envuelto, no lo pude hojear. Empecé por El beso de la mujer araña, y no se bien por qué, no abrí la envoltura del Lobo hasta que decidí leerlo.
En las 3 primeras hojas decía
Desde ese momento supe que mi relación con ese libro iba a ser especial. Me lo tragué en un día, casi sin masticarlo.
Cuando volví a Buenos Aires, le pregunté a mi abuela si sabía quién era. Me dijo que no, que no sabía.
Este verano, cuatro años después, me agarraron ganas de releerlo.
Me lo traje a España, a la casa de mi papá.
Hoy, en el instante en que estaba leyendo la última página, sonó el teléfono. Estaba sola, así que me tuve que levantar a atender.
Era mi abuela.
Quería saber como se llamaba la persona esa que estaba escrita en el libro, si me acordaba, que había encontrado una carta de mi abuelo, fallecido hace más de 15 años, a una tía que ella no conocía, una tal Elsa.
Una relación muy especial.