Largarse a llorar
Se subió al tren. Tenía cien mariposas en la panza. Le hacían cosquillas. Esas cosquillas de nervios que da viajar. Eligió el asiento, se acomodó y se puso los auriculares. yo tuve el mundo a mis pies. Cien se transformó en mil. En miles. Dos días atrás esa frase tan suya se había transformado adelante de sus ojos. Y de las miles de sensaciones, de sentimientos; de los miles de significados que se encerraban para ella en esa canción, en esas palabras, nació uno nuevo.
- Y si, no es lo mismo. Sabés, a mí me gustó mucho esa frase que tenés en el chat... "yo tuve el mundo a mis pies y no era nada sin ti". Me sentí muy identificado. A mí me pasó eso. En el '86 hice un viaje bellísimo, por Europa. Pero solo. Era ver las cosas más increíbles que vi en mi vida y no tener a nadie al lado para decirle: "Mirá, mirá eso!". O simplemente para ver en los ojos de un otro todo eso que yo estaba sintiendo.
Cuando escuchó eso se sintió TAN bien. Por fin alguien la había entendido. Por fin encontraba otra cosa que el "pero boluda! estás en Europa!". No era tonta... Sabía que estaba en Europa. Pero no era tan fácil todo. Y de la boca de un ajeno a su vida, ella encontró la comprensión. Y ahí fue cuando de todos los gusanos que tenía en la panza, empezaron a nacer las mariposas. I'm not the only one, I'm not the only one.
El tren se puso en marcha. Y entre la música escuchó: “Bon Giorno, il treno con la destinazione a Venezia arriverà a las 11:03”. Eso la trajo un par de minutos a la tierra.
Estaba contenta. Cientos de miles de mariposas. En un par de horas iba a vivir esas cosas que se guardan para toda la vida. Y lo sabía. Tenía tiempo para armar esas cajitas de papel que a ella le gustaban tanto, elegir los colores, hacer cuadrados perfectos, doblarlos con cuidado, armarla con paciencia. Estaba haciendo la cajita que iba a recibir a esa experiencia, que iba a archivar esos recuerdos. Y era totalmente consciente de eso.
Una vez vi que no cantabas, y no sé por qué, si tienes voz, tienes palabras, dejalas caer. Pucha, que extrañaba cantar. Extrañaba la música, su música de Buenos Aires. Tirarse horas, días en la cama, a escucharlos, a escucharse. Extrañaba sus domingos que aunque fuesen nublados siempre eran de Sol y de Luna, y donde por un rato todos esos sueños inalcanzables se hacían, no sólo probables, sino también tangibles; domingos de eclipse, que juntaban al sol y a la luna en una misma mesa; único momento de la semana en el cual abrir los ojos y darse la cabeza contra la pared era siempre, aunque fuese en el fondo, agradable, era siempre un paso hacia delante. Sus tantos atardeceres Violetas, naranjas, que siempre tenían un mate, un chuby y un poco de internet; que para sacarla de la casa había que hacer grandes grandes esfuerzos, pero que siempre daba sus frutos. Sus Lus, y Palomas, y Sofías y Victorias, que siempre a su manera estaban ahí, al pie del cañón. Sus los chicos. Su mamá Torvi (también era mamá de ella) que cuando iba a visitarla le preparaba la ensalada y siempre que estaba en su casa terminaba lavando los platos; y que se le aparecía a las 3 de la mañana buscando un techo y una oreja. Su piltrafa que quería un clarinete y que desde que se había ido le decía a la distancia "metele chango, metele fuerza y maña" (por fin se lo había aprendido) y aunque viniese con poca sopa y poco danonino, siempre le hacía bien. Su bichito de luz, que le calentaba las manitos heladas, le hacía mimitos, la llevaba a tomar milk shakes, y sobre todo, la quería mucho; eso también le hacía bien. Sus beatles en casa, que querían seguir en el mismo colegio que ella, y que en el fondo, se querían tanto. Su catalín bombero, catalín bombón; que cuando le preguntaba si le estaba cuidando la pieza le contestaba "más o menos..." Sus conversaciones de mañana con mamá, que entre mate y mate siempre la hacían salir corriendo. Sus conversaciones de noche con Jorge.
Sí, todo eso no le entraba en la valija. Pero eso ya no la ponía triste. Ya había aclarado la situación con su papá y los dos habían entendido que una vida no está hecha para viajar en avión, y que eso se solucionaba alternando las visitas. De hecho, hasta la ponía contenta. En una de esas, podía vivir un mes, una semana, sin un te extraño, sin ningún pasando el mar ( y sin ningún y te olvidás), del mismo lado de la luna ( sin el siempre, pero algo es algo). En un momento vas a ver que ya es la hora de volver, pero trayendo a casa todo aquel fulgor, y ¿para quién?. Y en Buenos Aires siempre iba a tener a quién volver. En casa la estaban esperando todos sus para quienes.
Laura ve, aunque es grande su vida comienza aquí, y a la vez, termina su sed de la espera. Estaba en Europa. Había visto el vaso, el plato, el sillón, la tele, la puerta, la llave... había visto a su papá. Había visto a su cuña y a su hermano, había vuelto adonde la quieren sin que vuelva. Antes de ayer estaba en Amsterdam. Estaba en la casa de Ana Frank, en el museo de Van Gogh, en el barrio rojo, en plantaciones de marihuana, en ese museo que jamás iba a aprender a pronunciar, patinando con suelo de hielo y cielo de nieve. Fast as you can, fast as you can, fast as you can. Antes de ayer también estaba en el Duomo, en la Scala de Milano. Ayer estaba en la Universidad de Bolonia, en el primer aula de anatomía del mundo. También estaba en una torre con el mundo a sus pies, mirando desde arriba. También estaba con Pedro, que era un pellizco constante. Y hoy estaba en el tren yendo al carnaval de Venecia.
Ya la luna baja en camisón, a comer con dos palitos el aloz. Ya la luna en puntas de pie, en una tacita china toma té. De repente se acordó de la tetera. Se acordó del departamento. Se acordó de todas las discusiones que la esperaban en su casa. Eso le dio más ganas de aprovechar al máximo esos días.
Se dio cuenta de que todo el viaje hasta la estación de tren se había estado diciendo a sí misma que no iba a escribir, que iba a mirar por la ventanilla. Luna obnubilada de tanto rondar y andar y andar y andar y andar, ya es la madrugada, largate a llorar. Cuando escuchó esa frase volvió en sí. Estaba llena de mariposas. Era eso. Estaba obnubilada y sus lágrimas eran palabras. Y su agua era la tinta. Y apenas se acomodó en su asiento empezó a llorar... "Se subió al tren. Tenía cien mariposas en la panza... ".
1 comentario:
ella - "¿los pensamientos imprimen brillo a los colores? ¿o los apagan? hay imagenes con colores vivos y no tanto, o vivos pero apagados ... las palabras sobran cuando la inmencidad de la naturaleza nos muestra que también es arte el observar ..."
él-"los pensamientos imprimen brillo a los colores
si, a ver: imprimen? abrillan? colorean los brillos impresos?
conclusion: los grillos cantan, sin pinceles, pero no son felices hasta que corren, aunque nada de esto es lo que hubiese pensado la chica x que esperaba en el aeropuerto"
ella -"justamente porque está en un aeropuerto piensa que los grillos cantan .. y que las hormigas corren desesperadas cuando algo tapa su salida al mundo ... piensa que toda esa gente allí monta moles de metal buscando, abandonando, huyendo, volviendo ... a empezar quiza ... piensa "La vida sucede en contraste, como por dentro. Aparece un libro de Goethe, "gete"."
Muy sentido tu escrito y me gusta mucho, como ya te he dicho antes, me gusta como convinas las palabras! Besos lau!
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