martes, 12 de junio de 2007

¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? ¿Pero por qué también nos da vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.

Las infidelidades de Tomás le descubrieron de pronto su propia impotencia, y de la sensación de impotencia nació el vértigo, el inmenso deseo de caer.

Había en ella un deseo insuperable de caer. Vivía en un vértigo permanente. Aquel que se cae está diciendo: «¡Levántame!». Tomás la levantaba pacientemente.

Se sentía atraída por esa debilidad como por el vértigo. Atraída porque ella misma se sentía débil. De nuevo empezó a tener celos y de nuevo le temblaban las manos. Tomás lo vio e hizo un gesto que ella conocía bien, cogió las manos de ella entre las suyas para tranquilizarla, apretándoselas. Ella las retiró bruscamente.
-¿Qué te pasa? -dijo.
—Nada.
-¿Qué quieres que haga por ti?
—Quiero que seas viejo. Diez años mayor. ¡Veinte años mayor!
Quería decir: Quiero que seas débil. Quiero que seas tan débil como yo.

Tenía ganas de hacer algo para que ya no le quedara escapatoria. Tenía ganas de destruir brutalmente todo el pasado de sus últimos siete años. Era el vértigo. El embriagador, el insuperable deseo de caer.

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—Tomás, todo lo malo que hay en tu vida ha sido por mi culpa. Yo tengo la culpa de que hayas llegado hasta aquí. Tan bajo que ya no es posible ir a ninguna otra parte.
Tomás dijo:
—¿Estás loca? ¿De qué bajo hablas?
—Si nos hubiéramos quedado en Zurich, estarías operando a tus pacientes.
—Y tú estarías haciendo fotos.
—Esa es una comparación tonta —dijo Teresa—. Para ti tu trabajo lo era todo, mientras que yo puedo hacer cualquier cosa y me da exactamente lo mismo. Yo no perdí nada. Tú lo perdiste todo.
—Teresa —dijo Tomás—, ¿no te has dado cuenta de que aquí soy feliz?
—Tu misión era operar —dijo.
—Teresa, la misión es una idiotez. No tengo ninguna misión. Nadie tiene ninguna misión. Y es un gran alivio sentir que eres libre, que no tienes una misión.
Era imposible no confiar en la sinceridad de su voz. Recordó la imagen de esa misma tarde: lo vio arreglando el camión y le pareció viejo. Ella había llegado adonde quería llegar: siempre había deseado que fuera viejo. Volvió a acordarse del conejito al que apretaba contra su cara en su habitación infantil.
¿Qué significa convertirse en conejito? Significa perder toda fuerza. Significa que uno ya no es más fuerte que el otro.
Daban pasos de baile al sonido del piano y el violín, y Teresa apoyaba la cabeza en su hombro. Así tenía la cabeza cuando iban en el avión que los llevaba a través de la niebla. Sentía ahora la misma extraña felicidad y la misma extraña tristeza que en aquella ocasión. Esa tristeza significaba: hemos llegado a la última estación. Esa felicidad significaba: estamos juntos. La tristeza era la forma y la felicidad, el contenido. La felicidad llenaba el espacio de la tristeza.

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