miércoles, 23 de septiembre de 2009

Es que nosotros somos líquidos, no somos sólidos. Lo que pasa a quienes no nos atrevemos a ser líquidos porque si no nadie nos reconoce. Siempre hay que ser más o menos parecido a uno mismo.

A veces el amor no basta, hay que trascender. Con eso me refiero a que a veces hay que darle la libertad a una persona para que te quiera a vos y quiera a otro... Parece muy fácil de entender... Bueno, sí, lo entendemos en el bar pero en el estómago hay algo que dice: "no debería ser así".
Es un desgarro tremendo... O una gran defraudación también, el amor. Porque puede pasar que, de pronto, la imagen de esa persona a la que querés tanto como a tu vida, de pronto se te desmorone como un telón de concreto...
Claro... O peor, cuando le empezás a ver las grietas y ponés la mano para taparlo.

Pero esa necesidad de pedir amor no le nació a él en ese momento de­finitorio, esa necesidad la vivimos todos desde que tenemos idea de que estamos nosotros y están los demás y uno desea a los demás.

Alfredo Alcón
(un grande).

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Escribo sobre mis obsesiones y es cierto, sí, que las de los últimos tiempos son angustiosamente políticas. Subjetividad pura. En la cola de un banco una vecina de mi barrio le dice a otra hablando de un funcionario: "es que a los montoneros hay que matarlos de nuevo, señora...". Escucho a taxistas defender a mordiscones a la Sociedad Rural. Y siento el vacío terrible de este hueco histórico. La sensación de que el horror no ha construido experiencia que, al fin y al cabo, es lo mínimo que deberíamos agradecerle. Que estamos condenados como Sísifo a volver una y otra vez a remontar la piedra. Me pongo a escribir y sale eso, claro. Qué otra cosa.

Le tengo horror a esos textos en los que el autor contrabandea puesta en la didascalia. Patético e inútil. Cada imaginario tiene su soporte propio y aunque sea uno mismo el que vaya a dirigirla es de gente seria respetarse el loteo. Más allá de eso: buena parte de mis recursos como director no son otra cosa que procedimientos de dramaturgia convertidos de norma, así que el tipo de alguna manera al final de la película consigue colarse.

Lo he dicho tantas veces que algún pibe me lo escribirá con aerosol en la lápida: uno es el poeta que puede y no el poeta que quiere. Creo que no hay acto de mayor regocijo en el creador que la aceptación de su propio universo como espacio proveedor. Vivo mis creaciones como un ready-made en el que reciclo artesanalmente residuos del imaginario. Ese es mi artefacto.

Lo he dicho tantas veces que algún pibe me lo escribirá con aerosol en la lápida: uno es el poeta que puede y no el poeta que quiere. Creo que no hay acto de mayor regocijo en el creador que la aceptación de su propio universo como espacio proveedor. Vivo mis creaciones como un ready-made en el que reciclo artesanalmente residuos del imaginario. Ese es mi artefacto.


Mauricio Kartún.
(lo amamos).

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